LAS REFORMAS AL SEGURO SOCIAL EN PERSPECTIVA 

La Esteliana/lastenia.accioninformativa@yahoo.es
Por Adolfo Acevedo
Economista
  
El funcionamiento del Programa IVM del INSS es simple: con el aporte del 11 por ciento que se cobra sobre la nómina salarial de los cotizantes se deben pagar las pensiones de los trabajadores que se han retirado, las de los inválidos, las de las viudas y los descendientes de los que han fallecido, así como los gastos administrativos.
Existe una reserva de unos 13 mil millones de córdobas, acumulada en base a los superávit globales que el INSS ha venido generando, la cual, al invertirse, genera unos intereses que se agregan a los recursos disponibles para cubrir los egresos del Programa.

Debido a que el monto de las pensiones está creciendo más rápido que el monto de los ingresos, y a que en la próxima década los afiliados nacidos entre 1950 y 1960 comenzaran a jubilarse, en los próximos años los ingresos del Programa serán sobrepasados por los egresos.
 
El INSS deberá recurrir entonces al fondo de reserva para asegurar el pago de las pensiones. Pero dada la magnitud de los déficit, este fondo se agotara en pocos años. Se estima que para 2021 el Programa IVM será insolvente, es decir que ya no podrá cubrir los pagos de pensiones con sus ingresos, y sus reservas se habrán agotado. 

Esta trayectoria tiene que ver, por una parte, con el hecho de que las pensiones promedio están creciendo más rápido que el salario promedio de los cotizantes, debido a la indexación de las prestaciones promedio al salario mínimo, que a su vez ha crecido más rápido que el salario medio. Esto está deteriorando rápidamente las perspectivas financieras del INSS.

Por otra parte, en el curso de esta década aumentara considerablemente el número de pensionados en relación al de cotizantes activos, debido a la jubilación en masa de las abultadas cohortes de afilados que nacieron entre 1950 y 1960.

Por supuesto, en el transfondo de este escenario se encuentra el hecho de que, frente al fuerte crecimiento de la población en edad laboral, característica del dividendo demográfico, lo que la economía está generando, de manera predominante, son empleos precarios e informales, de muy baja productividad.
Paul Samuelson, el conocido Premio Nobel de Economía, demostró hace ya varias décadas que un sistema solidario o de reparto no carece de una tasa de retorno económico real.

Más aún, demostró que esta tasa de retorno, dado el coeficiente de cotización, es igual a la tasa de crecimiento del empleo más la tasa de crecimiento de los salarios reales, como reflejo del ritmo de crecimiento de la productividad.

Esta formulación, que en un primer momento puede resultar de difícil comprensión en su exposición técnica, contiene una idea básica que resulta profunda, incluso desde el punto de vista intuitivo.

La implicación es que en un sistema solidario, en el que el pago de las pensiones de la generación en edad de retiro depende, de manera fundamental, de los aportes de la generación activa, el crecimiento del empleo y de los salarios reales - los dos componentes que determinan la nómina salarial real sobre la cual recaen las cotizaciones que alimentan el sistema  -, resultan ser los elementos cruciales para el buen funcionamiento de la seguridad social.

Lo anterior significa que el futuro de los  regímenes solidarios de seguridad social no es independiente del estilo o patrón de desarrollo económico del país.

Su viabilidad precisa de un estilo de desarrollo dinámico, equitativo y sostenible, capaz de generar un empleo decente y bien remunerado para los y las nicaragüenses en edad de trabajar, lo cual permitiría, además, aprovechar las posibilidades que brinda el actual proceso de transición demográfica.

Este cambio en el patrón de crecimiento económico y de generación de empleo, a través del proceso de cambio estructural, resulta apremiante porque, a mediados de siglo, nuestro país puede llegar al mismo estadio en el proceso de envejecimiento de la población que los países desarrollados en la actualidad.

Dado que la población está envejeciendo más rápidamente que en los países desarrollados, nuestro país tendrán menos tiempo para adaptarse a las consecuencias de este fenómeno, además de que el proceso de envejecimiento se produce a niveles de desarrollo socioeconómico más bajos.

A mas corto plazo, las alternativas son, o bien llevar a cabo las drásticas reformas propuestas, orientadas a lograr el equilibrio actuarial a largo plazo del Programa, o puede ganarse tiempo, con reformas comparativamente menores.
 
Para mantener el programa ¨caminando¨ por algún tiempo, bastarían algunos cambios en la tasa de cotización, en la fórmula de cálculo de la pensión para reducir su monto, y quizá un aumento moderado de la edad de jubilación. 

Pero sobre todo, se tendría que liberar al INSS de la responsabilidad de asegurar una pensión mínima, función que correspondería, como en todo el mundo, al Presupuesto del Estado. 

Sin embargo, aunque se logre ganar tiempo, para la década de 2030 el proceso de envejecimiento habrá cobrado plena fuerza. Si no se ha producido un cambio fundamental en términos del tipo y calidad de empleos que se crea y en la productividad promedio de la economía, los déficit resurgirán con esteroides, y aumentaran de manera exponencial. 

Las reformas que habrá que impulsar entonces para hacerles frente deberán ser mucho más drásticas que las propuestas en la actualidad.

Hipotéticamente hablando, existe otra opción para enfrentar los desequilibrios proyectados a medio y largo plazo. La opción sería que, desde ahora, el país hiciese un esfuerzo verdaderamente monumental de cambio estructural de su economía.
El proceso de cambio estructural implica un proceso de incesante diversificación de la estructura productiva, mediante el cual se van implantando nuevos sectores, incluyendo de forma creciente los intensivos en tecnología, y la estructura económica se va tornando más densa, compleja y diversificada. 

Como resultado hay un rápido aumento de la tasa de crecimiento de la productividad.
El cambio estructural tendría una dimensión central: la transformación de la estructura del empleo. El proceso de crecimiento estaría asociado a un proceso a través del cual la fuerza de trabajo se desplaza desde los sectores de menor productividad hacia sectores de productividad más elevada y con rendimientos crecientes.
 
En Nicaragua, lo fundamental seria que los 2 millones de jóvenes que estarán arribando a la edad de trabajar en los próximos 15 años, en base a este proceso, encuentren empleos en actividades de productividad cada vez más elevada, y estén debidamente calificados para desempeñarlos.

Sin embargo, esta opción encontraría obstáculos formidables.

En primer lugar, solo unos pocos países han logrado efectuar este tipo de cambio estructural, y lo han hecho aplicando políticas sumamente activas, y sumamente creativas y heterodoxas, diseñadas por ellos mismos, que se relacionan muy poco con las recomendaciones ¨canónicas¨. 

Existen algunos rasgos comunes o ¨hechos estilizados¨ que pueden encontrarse en estas experiencias, pero no existe un manual de ¨buenas practicas¨ a seguir, ni nada que se le parezca. Cada uno de estos países encontró soluciones pragmáticas, heterodoxas y audaces, a sus propios problemas.
En segundo lugar, debe tenerse en cuenta que el actual modelo de crecimiento económico ¨de baja intensidad¨, está sustentado en una enmarañada y densa constelación de intereses, entretejidos inextricablemente con su funcionamiento, algunos de ellos poderosos, otros capaces de ejercer una contumaz resistencia, que pugnaran porque las cosas no cambien.
En tercer lugar, porque las voluntades y capacidades sociales y políticas para emprender semejante desafío, parecen inexistentes.      
 
 
¨Los niños deben ser indulgentes con las personas mayores¨ El Principito

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